miércoles, 29 de abril de 2020

FondeaNdo

... frente a la costa


55ª Maleta

Sus padres creen que el futuro está en la universidad. Estudiar una carrera se ha vuelto una obligación y la selectividad parece la única meta del último curso escolar. Pero, incluso cuando aún había clases presenciales y la inercia del grupo le remolcaba, no tenía ni idea de a dónde quería ir a parar. En cada recreo escuchaba sin participar las motivaciones de unos y de otros y envidiaba en cierto modo a los que tenían muy claro su camino. Teleco, medicina, comunicación, farmacia...

Soñaba que flotaba en el mar con los ojos cerrados y los brazos separados a cada extremo con la esperanza de que la marea le arrastrara hacia la orilla y le diera la respuesta. Pero después de varios minutos de silencio con los oídos bajo el agua se encontraba tan adentro que ni siquiera hacía pie. Los nervios le invadían, los músculos se le agarrotaban y la pleamar le engullía cada vez más lejos de la arena. Entonces despertaba de golpe y la angustia le mantenía en duermevela.

Una tarde desde el balcón observó un par de coches de la policía. Tres hombres y una mujer uniformados caminaban por la acera hacia ellos cuando el reloj dio las ocho en punto y los aplausos empezaron a multiplicarse. Antes de entrar a los coches los oficiales devolvieron tímidamente el aplauso hacia el bloque de viviendas y al entrar hicieron sonar las sirenas en un gesto cómplice y agradecido. No le dio mayor importancia.

Esa noche se encontró de nuevo ondulando sobre el agua, alejado de la playa, luchando contra la resaca, tragando espuma con sabor a sal. Pero cuando iba a darse por vencido un hombre apareció nadando hacia él directamente:


"Tranquilo, soy policía. No luches, te vengo a ayudar"


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Salí el primero de la reunión con una mezcla en mi cabeza que incluía enfado, confusión y miedo, refunfuñando entre dientes, disgustado. Empujé la puerta de seguridad del lateral de la giratoria y me paré unos metros por delante de la entrada del hotel en busca de aire fresco para limpiar mi mente. Desde allí observé a la gente que pasaba por la acera, los coches del semáforo un poco más adelante, una moto acelerando con estruendo... Pensé que no lo entendía; el mundo seguía girando.

- Menuda carita botones. Ya no sé si entrar o quedarme aquí fuera.
- ¡Emma!, ¿qué haces aquí? - pregunté sorprendido.
- Solo pasaba porque he quedado para comer, ya sabes...
- Oh claro, claro, perdona. Es solo que hacía tiempo que no te veía. Desde... - levanté la mirada como buscando la respuesta aunque la conocía perfectamente - ¡Uf!, mucho tiempo, ¿no?. Y, ¿qué tal estás?, ¿cómo va todo?

* * *

- Oiga jefe, ¿sabe quién es esa chica con la que habla el botones en la entrada? - preguntó la recepcionista del The Level.
- Es una antigua compañera que trabajaba aquí hace algún tiempo - respondió el jefe de recepción - Todavía no teníamos la recepción de arriba.
- ¡Ah! Qué guapa, ¿no jefe? Qué bien rodeado ha estado usted siempre, ¿eh? - le dijo guiñándole un ojo y con la intención de cambiar un poco la sensación que aún pesaba tras la reunión.
- La empresa siempre ha contratado a los mejores profesionales. - dijo manteniendo su tono serio - A propósito, necesito robarle un minuto más, ¿puede ser ahora mismo?. Hay algo que debo comentarle.


En el hilo sonaban Club del río & Travis Birds

miércoles, 22 de abril de 2020

BuceaNdo

... entre tus aguas


54ª Maleta

Todo empezó con un selfie travieso tras varias semanas de aislamiento acumuladas. No era muy diferente de otros que le había enviado anteriormente, posando desde la playa apartándose el flequillo de la cara o poniendo morritos en pijama frente al espejo de su habitación, pero en aquellas circunstancias, ese "wish you were here" que acompañaba a la fotografía le confería el poder de traspasar la pantalla.

Después de tanto tiempo sin poder mirarla de cerca, sin percibir el aroma de su piel bajo el perfume, sin transitar con besos por su cuello estilizado ni recorrer su cuerpo uniendo con suavidad los lunares de su espalda y las pecas de su pecho, sin comprobar su reacción erizada a través de la camiseta...
Tantos días sin poder morderle los labios ni sentir la humedad de su boca mientras sus dedos exploran el final de su espalda, o las cosquillas de sus costados, o juguetean enredando en su cintura con la goma de su ropa interior...

Volvió a la realidad dándole a su mente una ducha de agua helada y aún con las manos agitadas acertó a escribirle en contestación:


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El jefe de recepción nos había convocado a una reunión dentro del despacho de reservas a primera hora de la tarde. Nos esperaba apoyado en una de las mesas, de brazos cruzados y tocándose la barba hasta el mentón con semblante serio y gesto pensativo.

- Buenas tardes - saludó poniéndose erguido frente a todos - Como saben desde hace unas semanas hay una especie de gripe en China que está afectando a las reservas que normalmente recibimos de aquel país. En esta época del año un gran número de nuestras habitaciones estarían ocupadas por clientes Chinos disfrutando de su tiempo principal de vacaciones del año y muchos de nosotros estaríamos dándoles servicio en turnos que se habían organizado en base a esas previsiones.

La gente asentía sin pestañear.

- Sin embargo, - continuó - ya habrán notado que no hay tanto trabajo y eso es porque estamos recibiendo muchas cancelaciones de último momento que no se están pudiendo compensar adecuadamente. Por el momento se han cancelado todas las reservas de grupos provenientes de China para este mes, el próximo y prácticamente todas las de Marzo. Y no parece que esto se vaya a detener aquí.

Un murmullo recorrió el despacho y el jefe lo cortó rápidamente levantando la mano con la autoridad que imponía siempre que hablaba sobre el trabajo.

- Esta semana hemos comenzado a recibir cancelaciones de clientes de otros países de aquella zona como Japón, Indonesia o Malasia y desde la dirección del hotel se están empezando a tomar algunas decisiones.

El silencio se hizo entonces sepulcral. Todo el mundo estaba conteniendo el aliento.


En el hilo sonaba Passenger

miércoles, 15 de abril de 2020

ZapateaNdo

... de aquí para allá


53ª Maleta

Siempre estaba colocado a la vuelta de mi calle, en la peatonal, arreglando el calzado de cualquiera que se lo encargase o sacando lustre a los zapatos de quien se apoyara en su caja de limpiabotas. Yo no suelo ir con atuendos 'de vestir' ni con ninguno de sus complementos pero aquel día tenía una entrevista y me puse a rebuscar en el armario meses después del último evento que me impuso una mínima etiqueta, probablemente una boda.

Sentado en su silla plegable de madera observé de cerca su peculiar aspecto que tantas veces me había llamado la atención. Vestía un traje oscuro de rayas, una camisa de cuadros con botones en el cuello y una boina marrón bajo la que asomaba por detrás un cabello entre grisáceo y cano como el de su espeso bigote. Era huesudo, delgado como un fideo, tanto que la chaqueta le caía como colgada en una percha de alambre y sus piernas apenas llenaban los pantalones, redoblados en mil pliegues desde el vértice marcado por sus rodillas. Tenía manos de artesano con la piel gruesa y los dedos fuertes y por su mirada de concentración cualquiera diría que extendía el betún por cada milímetro, un trabajo impecable.

Desde que el mundo se ha convertido en un lugar peligroso y las ciudades se contemplan desde la ventana no he vuelto a encontrarle en su sitio de siempre. Ojalá me tropiece con él pronto. Ojalá esté bien. Mis zapatos ya echan de menos su arte.

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La situación general en el hotel era de una calma tensa. Se notaba en cada uno de los empleados sin importar si eran de recepción, de restaurante, de limpieza..., hasta los del departamento comercial, siempre tan trajeados y sonrientes, tenían un gesto de preocupación que no podían disimular.

Esa mañana estaba reuniendo unas maletas de clientes del 'The Level' y me detuve a hablar un momento con la recepcionista que no le quitaba ojo a la televisión de la zona de snacks y bebidas de la planta.

- Parece que vamos a estar un tiempo sin Chinos, ¿no? - dije intentando quitarle hierro al asunto.
- ¡Qué fuerte! Acaban de poner unas imágenes de una ciudad China vacía. ¡No había ni un alma en la calle!
- Algo he oído del cierre de una ciudad, sí...
- Pues es impresionante, ¿te imaginas que lo hicieran aquí? ¡Prfff!, a ver qué nos dice el jefe en la reunión de esta tarde; y yo que no llevo ni tres meses en este curro... - dijo poniéndose pensativa.

Miré alrededor buscando la manera de cambiar de tema para que no se quedara con una mala sensación y entonces la vi ahí delante, frondosa y colorida, con sus hojas saliendo de un pequeño jarrón de cristal con el borde plateado colocado sobre dos grandes libros en el medio de una mesita baja.

- ¿Eso de ahí es un cóleo? - dije señalando con el dedo.
- Sí, ¿cómo lo sabes? La trajo el barman al segundo día de estar yo aquí. Me dijo que a los asiáticos les gustaría, que era una planta tropical, que les daría buena energía... Menudo rollo tiene ese chico, ¿cómo sabrá tantas cosas?
- Ni te imaginas cuántas veces me he hecho esa misma pregunta.

Y nos reímos los dos al fin descargando la tensión de tantos días por un rato.


En el hilo sonaba Frank Sinatra

miércoles, 8 de abril de 2020

VivieNdo

... la vida que toca


52ª Maleta

Hace mucho tiempo fue una niña tímida e insegura que se resguardaba bajo la falda de mamá de las miradas y los pellizcos en los carrillos. Era la primera y durante casi nueve años fue la única niña de una familia pequeña, sin tíos ni primos. Pero el año en que iba a pasar a tercero de E.G.B. nació su hermano y todo dio un giro inesperado. De golpe y porrazo, todos esos ojos que la observaban sin perder detalle ahora la ojeaban de pasada para posarse sobre el recién llegado y se encontró compitiendo por la atención perdida...

Hace menos tiempo fue una veinteañera egocéntrica y presumida que se valía de su atractivo adolescente para llevar el agua a su molino. Era la más guapa de todos los pueblos de la zona y en el campus de la universidad de Huelva la llamaban 'la Pe' por sus pinitos en el aula de teatro. Pero en mitad del segundo año destinaron a su padre al cuartel de Guzmán el Bueno, en Madrid, y todo el decorado cambió a su alrededor. De forma repentina, todos los halagos por ganarse sus afectos se difuminaron en un océano arisco de rivales y se encontró haciendo las filas que siempre se había saltado...

Hace un par de meses era una actriz complementaria que disfrutaba de su segunda fila. Todos los actores principales viajaron una semana por Europa para promocionar la obra en la que trabajaban. Uno a uno fueron cayendo con una fiebre inexplicable y un dolor de cuerpo que les dejaba sin energía. El tiempo del estreno se acercaba y no tenían su protagonista así que en el inicio de un ensayo, en una reunión improvisada, le anunciaron que sería ella, que había llegado su momento. Aquel 12 de Marzo, por sorpresa, se declaró el país en alerta y se encontró confinada en su pequeño apartamento... 

Todos los días desde entonces, a las ocho en punto de la tarde termina su función, abre el telón de cristal de su salón y recibe el aplauso que tanto añora. Y lo comparte. Y lo devuelve más fuerte. Porque sabe bien que solo es humo y nada más, que en esta obra surrealista que le ha tocado vivir son otros las estrellas principales y que gracias a ellas y a todos los pequeños esfuerzos individuales esto también pasará.

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- ¿Crees que eso de Asia va a ser para mucho? - le pregunté al barman confiando en sus bastos conocimientos.
- Mucho me temo que sí. Hace años la televisión pública italiana habló en un documental sobre experimentos chinos con virus raros. Como esto llegue a Europa...
- Pero, ¿cómo puede ser? El jefe está en lo peor de su pesimismo. Todos los días me enseña un montón de hojas nuevas de cancelaciones de grupos asiáticos. Pero digo yo que se pasará, ¿no?
- Han cerrado la ciudad de Wuhan entera. Esperemos que se haya hecho a tiempo. - comentó con seriedad.

Y ahí sí que empecé a ponerme nervioso. El barman nunca se tomaba nada demasiado en serio.


En el hilo sonaba Leiva

miércoles, 1 de abril de 2020

UnieNdo

... los puntos


51ª Maleta

Cada mañana educa la consciencia para sentir su cuerpo despertar y reconocer la postura en la que amanece. Hace unos días que la luz que se cuela entre las varillas del estor de la habitación la desvela y la encuentra invariablemente con la cara girada hacia la ventana.

Por unos segundos trata de recordar si estaba soñando, si su mente la había transportado a algún lugar en el que percibir la frescura del aire en la piel y extender la mirada por algún paraje verde y escarpado como los de su Galicia natal, para detenerse un momento en las sensaciones que evocan los últimos coletazos de una fantasía vivida en primera persona.

Después, trata de concentrarse en conectar los hilos invisibles de su cuerpo empezando por los dedos de los pies. Hace un círculo alrededor del hueso del tobillo y enlaza la pantorrilla a través del puente del talón. Percibe el hueco tras la rodilla y al rodearla la flexiona ligeramente para que la gravedad ayude a deslizar la activación por el muslo hacia la cadera. Se deja llevar por el cosquilleo hasta el vientre y desde allí todo se acelera por el sumidero del ombligo, como un chispazo que recorre la columna desde la rabadilla a la nuca dibujando el contorno de su cabeza hasta la frente. Pestañea suavemente y baja por la nariz, la boca, la barbilla..., y cuando llega al cuello se dispara hacia los dos extremos sobre los hombros estimulando brazos y manos hasta la punta de los dedos y de vuelta al centro del pecho.

Deja para el final, como cada día, los maltrechos pulmones encogidos como dos animales que comparten el calor de su madriguera en un invierno gélido. Trata de expandirlos con dificultad por una mezcla entre dolor y sensación de que ya están ocupados por un aire que no se intercambia y no termina de saciarla por más grandes que sean las bocanadas.

Empieza otro día de aislamiento en la UCI con la única compañía de sus pensamientos y una enfermera que se tomó el tiempo de enseñarla a dibujarse a sí misma en un lienzo blanco lleno de puntos numerados, para seguir peleando por la vida a sus más de 70 primaveras.

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- ... y el dichoso pájaro dio dos saltos, se coló por un agujerito y nos miró como diciendo, ¡ahí os quedáis! - le contaba divertido al jefe de recepción mientras él ordenaba sus papeles con gesto serio.
- ¿Y por qué no me avisó a mí? - dijo sin dejar de remover hojas.
- ¿Eh?, ¿Yo? - dije un poco confundido por su tono.
- ¿Por qué fue a buscar al barman en vez de llamar aquí, a recepción?
- ¿La..., la gobernanta? - pregunté extrañado - Seguramente se cruzaría con él por el pasillo, no sé..., ¿le preocupa algo jefe?
- Tenemos muchas cancelaciones botones, ¡muchas!
- Bueno,... siempre se cancelan cosas, pero otras vienen, ¿no?
- Esta vez es algo distinto. Algo en Asia. Una gripe muy contagiosa. No sé, no pinta bien - dijo con su congoja habitual.
- Siempre tan negativo..., ¡verá como no es para tanto! - dije mirando de reojo los folios que tanto revisaba.
- ¡Y la próxima vez que ocurra algo así me avisa usted! ¡Tengo que saber dónde están mis trabajadores!
- Sí, jefe - dije sin rechistar.

Estaba claro que no era el día de hacer bromas...


En el hilo sonaba Peter Bradley Adams