lunes, 2 de noviembre de 2020

NinguneaNdo

... al enemigo


62ª Maleta

Estamos programados para olvidar, para caminar con anteojeras, para consumir sin cuestionar. Nos sientan en una montura y procuramos encajar, divididos en ejércitos a la voz de "¡disparen sin preguntar!". Do, re, mi, mí, me, conmigo; mío y de nadie más. ¿La música en nuestros oídos?. Marcha fúnebre al compás. Y hay quien la baila, y la goza, y la canta...

Somos de una casta de valientes que se ríe en la cara del peligro y afrontamos las consecuencias con la máxima osadía porque estamos curados del espanto ajeno, porque a nadie le aportan las responsabilidades, porque la culpa nunca cae al suelo pero tampoco pesa en nuestros brazos. Cha cha cha...

Cuando la muerte llegue con la cuenta no podremos correr y hacer un simpa, no ocurrirán milagros navideños, no ofrecerá descuentos ni rebajas. Se cobrará en especie lo pactado, lo traducido ya a todas las lenguas y que ha quedado bien publicitado.

¿Quién lanzará el primer canto rodado?.

(...)

Será porque no estamos avisados.

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Entré en casa caminando despacio como el que se adentra en una casa del terror.

- ¿Hola? - pregunté al aire mientras me iba asomando hacia el interior.

La península de la cocina estaba recogida, las dos sillas de barra alineadas en su lugar y no había platos ni vasos en el escurridor como solía ser lo habitual. En el salón todo estaba ordenado también. No había mandos de la 'Play' por medio, la funda del sofá estaba bien colocada y en la mesa baja no había revistas, ni libros, ni ningún portátil o sus cables asomando. Además parecía todo limpio. La estantería y la tele libres de polvo, la alfombra aspirada y el suelo fregado. La luz entraba por el ventanal de la terraza y atravesaba hasta la puerta de la despensa junto al frigorífico. La perfecta foto de revista de decoración.

- ¿Has estado de zafarrancho de limpieza esta mañana o qué?.

Avancé por el pasillo hacia la última puerta de la izquierda, la de la habitación del barman.

- No había mascarillas en ningún lado. He probado con todas las farmacias que he encontrado desde el hotel hasta aquí pero nada, agotadas en todas partes. ¿Te lo puedes creer?

Toqué con los nudillos en su puerta.

- ¿Estás bien?.
- ¡No entres! - me indicó desde el interior - ¿Me has traído las pastillas y el termómetro?.
- Sí. Aquí los tengo pero...
- Déjalos ahí en la puerta y vete al salón, please.
- Tío, estás empezando a acojonarme.
- Tranquilo, my friend. Tú hazme caso. Ahora te lo explico.

Dejé la bolsita de la farmacia en el suelo y me alejé de la puerta caminando hacia atrás como si estuviera en medio de un intercambio de rehenes.


En el hilo sonaba Madilyn Bailey