35ª Maleta
Habitualmente la recta es el trayecto más directo y efectivo pero también el menos divertido y apasionante. Conseguirlo todo a la primera sin exprimir las posibilidades, entumeciendo ingenio e inventiva, no tiene casi nada de incentivo. Es preferible andar por carreteras en las que el tiempo sea secundario, no aptas para los que se marean fuera de su confort preestablecido ni para los que quieren cruzar metas en vez de disfrutar de su camino.
Y giro, y tumbo, y pienso qué será lo más inmediato en darme alcance, lo siguiente, y pongo contrapeso en la balanza, corrijo, abro gas, trazo el destino...
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Después de darle muchas vueltas me había decidido por encontrarnos en la puerta de su hotel con unas opciones de planes dentro de sobres que ella debería elegir y descartar de dos en dos sobre la marcha. Cada sobre tenía por fuera una imagen o un logotipo para ayudar en la elección y, en el interior, una pequeña descripción del lugar que terminaba siempre con una pregunta: "¿Sabes ya a dónde me llevas?".
Yo estaba esperando en la acera de enfrente justo delante de la entrada. Solo unos pocos minutos después de la hora a la que me había dicho que terminaba el turno apareció en el gran portalón, miró a un lado y al otro de la acera y se puso a rebuscar el móvil dentro del bolso. Rápidamente escribí: "Hola! Estoy justo enfrente! :)". Al instante levantó la mirada y me saludó con la mano y una enorme sonrisa.
Me disponía a cruzar cuando apareció un taxi, una motillo eléctrica de esas compartidas, un autobús de linea, una furgoneta..., todos los coches de Madrid, pensé. El taxi se detuvo haciendo parar al autobús justo delante de la puerta del hotel. Ya estaba yo a mitad de cruce cuando el bus terminó de apartarse y descubrí que Emma estaba acompañada. Tropecé con el bordillo de la acera y me fui de narices contra el suelo desparramando los sobres a los pies de ambos.
En el hilo sonaba Rayden & Mäbu