45ª Maleta
Con la inocencia de una niña que cruza el bosque rodeada de peligros sin advertirlos, emerges de un mar en calma como una lámina de agua salada, sosteniéndote suavemente en el límite de la superficie. El agua abraza tu cuerpo y enmudece el ruido que tan fácilmente se propaga por el aire. Se escuchan burbujas y el sonido cadencioso de tu respiración serena.
La relajación es tan profunda que apenas hay sinapsis ni sensación de electricidad. Eres solo un pensamiento que nace ligero en el corazón de la Tierra y fluye a la deriva de la gravedad que lo cautiva. Ajeno, espontáneo, sencillo, elegante. La clásica pureza que atrae más que la sangre. Por la que eres el señuelo más tentador que nunca se ha descrito.
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- ¿Has estado ya arriba en la zona nueva? - pregunté directamente.
- Sí - respondió con un monosílabo.
- ¿Y te gusta cómo ha quedado? - continué buscando más información.
- Sí - volvió a responder con impasibilidad.
- Bueno, ¿y qué es lo que más te gusta? - insistí retorciendo como un sacacorchos.
- La planta de la entrada, según sales del ascensor.
- ¿Planta? - pregunté confundido - ¿Qué planta?, ¿hay una planta ahí?
- Por favor, ¿no te has fijado? Tiene grandes hojas en dos colores. Creo que es un cóleo. - dijo como si tal cosa.
- ... pero, ¿desde cuándo sabes tú de plantas? - dije francamente alucinado.
- Por favor, botones..., soy mucho más que una cara bonita - replicó con un guiño marca de la casa.
- Anda guaperas, ponme un mosto que me ha bajado el azúcar con tu clase de botánica. ¡Vaya con el barman biólogo!
En el hilo sonaba Labyrinth