61ª Maleta
El zumbido insistente de una avispa la pone en alerta en busca de lo cerca o lejos que se encuentra de su aguijón. Jamás ha sufrido una picadura pero solo piensa en huir del dolor. Cuando al fin la localiza se queda hipnotizada observando cómo se aproxima lentamente a la boca de una fuente con pulsador manual clausurada con una pegatina de fondo rojo que reza 'Prohibido su uso temporalmente'.
La avispa se apoya en el borde de metal con la misma delicadeza que si lo hiciera en el interior de una flor y camina marcha atrás introduciéndose con cuidado dentro del caño como si tratara de evitar cualquier daño a su pistilo. En ese momento se da cuenta de que el silencio que se vive en las ciudades ha dejado espacio a otros sonidos en los que antes ni siquiera reparaba: los pájaros por la mañana, los pasos de algún perro, el aire esparciendo el algodón de los álamos,...
Las antenas de la avispa asoman de nuevo por el agujero y enseguida vuelve el sonido de su vuelo esta vez para alejarse cargando con una gota de agua cristalina que brilla como un diamante al cruzarse por uno de los últimos rayos de sol que le quedan al día. Ella la sigue con la mirada hasta donde puede y respira profundamente. Durante un instante se siente parte y motor de un cambio o, al menos, de la oportunidad de que la ciudad y sobretodo sus habitantes aprendan algo de todo el dolor vivido en las últimas semanas.
De pronto, un sonido metálico y repetitivo la saca de su ensoñación. En los balcones asoman cucharas de madera, sartenes, cacerolas y todo tipo de utensilios que eclipsan con bullicio el murmullo de la ciudad pausada. Molesta, se pregunta cómo es posible que encontremos la forma de apabullar y sobresalir siempre sobre todo lo demás. En su interior se empiezan a encoger las frágiles esperanzas.
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Saqué el móvil de nuevo imaginando lo que podía haber pasado. Y no me equivocaba.
- Al final ha salido Manu - a las 15:20
- Me ha dicho que estabas hablando con alguien en la escalera así que nos vamos acercando al Japonés de siempre por si al final te apetece - a las 15:21
- ¿Será posible que me pase lo mismo dos veces? Está claro que no aprendo la lección... - pensé.
Decidí llamar al barman antes de responder.
- ¿Qué pasa compi? Perdona que no te cogiera antes. Es que no veas la que le han hecho a la recepcionista del The Level. Estaba la pobre... - me disculpé.
- Luego me cuentas - me dijo con voz apagada - Es que me encuentro fatal. No voy a ir a trabajar esta tarde. ¿Te importa comprar paracetamol y un termómetro en la farmacia a la que vengas a casa? Creo que tengo fiebre y todo.
- No me digas que te has pillado un gripazo. Eso te pasa por dormir con el culo al aire - le dije bromeando.
- ¡Ah! Y mascarillas. Compra mascarillas, por favor.
- ¿Mascarillas? ¿Para qué?
- Tú hazme caso, botones.
- Bueno bueno, lo que tú me digas. Voy para allá. No tardo.
En el hilo sonaban Morgan