lunes, 21 de julio de 2025

JuntaNdo

... los puntos.



80ª Maleta

Hubo un hilo conductor, la chispa que centelleaba inagotable en tu mirada cuando aún no había camino, ni señales, ni destino. En océanos de dudas las olas fueron montañas, su espuma brisa efervescente, la noche sólo oscuridad. Un verano en mi libreta, una escena en tu escaleta, tu voz en off, la vendetta por jamás aminorar. Mientras miraba tu dedo la luna se volvió nueva, se retiró la marea y encallaron las bateas. Precipitó desde el cielo una estrella de tinta indeleble y por su espiral negativa me deslicé hasta el final. Las luces por la ladera fueron puntos que uní despacio, silueta de un cuerpo desnudo repuntando en un pezón. La línea por la que cortaste el perfil de mi horizonte, el aire de mi batiscafo, la grieta de mi corazón.

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Camino de Cambados para disfrutar de la 'Festa do Albariño' le pedí al Barman que diéramos un pequeño rodeo por la costa para visitar la Ermita de Nuestra Señora de La Lanzada. Avanzamos pasado el crucero de la ermita y dejamos el coche en el aparcamiento. Al ser por la mañana no había casi nadie ya que el atardecer le otorga aún más magia a esa zona. De hecho, aquella era la primera vez que estaba por allí a esa hora del día y advertí que la luz de levante le daba un enfoque muy diferente al lugar. Como es menester, le echamos una ojeada a la Virgen a través de la mirilla y nos acercamos al mirador para alargar la vista, por un lado hacia la Isla de Ons, y por el otro hacia la enorme playa de La Lanzada. El viento soplaba racheado como casi siempre.

- ¿Ves estas piedras de aquí cerquita, lo que está justo antes de la playa? - le dije al Barman - Es el islote de Outeiro das Lapas. Hacia el extremo hay una roca grandota que está fracturada de lado a lado y que yo juraría que cada año se separa un poco más.

- ¿Y qué tiene de especial? - me preguntó sin sacar las manos del bolsillo delantero de su sudadera.

- A la entrada hay una pequeña cueva, la cueva de los niños perdidos, que cuando hay bajamar se puede explorar. Cuentan que hay unos túneles de varios kilómetros que conectan el islote con la Isla de Ons - dije dibujando con el dedo una línea invisible por encima del mar - pero lo cierto es que nadie los ha visto nunca.

- Oh... - se quedó pensativo un instante - y..., ¿quién vive en una piña debajo del mar?

- ¡Bob Esponja! - respondí marcando cada sílaba.

- Jajaja, 'mi madriña' Botones y aún no hemos empezado con el Albariño..., tira p'al coche, ¡anda!


En el hilo sonaba Leiva.

jueves, 3 de julio de 2025

InventaNdo

... un mundo perfecto.


79ª Maleta

Mi mundo ideal es pura naturaleza. Los cambios adaptativos se equilibran al miligramo. Todo aquello que se auto depura por el precipicio de la extinción, germina en el otro plato de la balanza desde el corazón magmático de una grieta abisal. La vida se abre camino con más instinto y menos impostura. Los ritmos son circadianos, la energía: triangular. El espíritu se alimenta de hidratos sin medir los gramos que deben pesar.

Mi mundo ideal es sencillo. Carga baterías por la toma universal de los ojos con los que me miras cuando habito en otros mundos, escribiendo historias de principios sin final.

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El Barman y yo caminábamos en fila cada cual metido en sus pensamientos hacia el Faro de Cíes en el Parque Nacional das Illas Atlánticas. Habíamos tomado el primer barco de la mañana desde el puerto de Vigo con la idea de hacer el recorrido lo más temprano posible para esquivar el calor. Nuestro plan era subir los 178 metros de altura hasta el sinuoso camino que anunciaba los últimos pasos y extender la mirada hacia el Atlántico desde aquella puerta al océano que representan las tres islas. Después, una primera toma de contacto con el agua helada en la Playa de Nosa Señora, para ir a pasar la tarde al lado norte, a la Playa de Figueiras y terminar esperando el ferri de vuelta cerca del muelle en la Playa de Rodas.

- Madre mía, ¡cómo pega el sol! - dije parándome un momento para recuperar el aliento - Menos mal que hemos venido temprano. Esto a mediodía no hay quien lo haga.

- Si es que ya son casi las 11 - respondió el Barman deteniéndose unos metros más adelante - Y la pandemia ha hecho mella en nuestra forma física.

- Dirás en la tuya, porque yo sigo igual de hecho polvo que siempre. No tengo excusa - dije quitándome la gorra y secándome el sudor de la frente.

- ¿Un poco de agua? - me ofreció.

- Claro que sí. Tú si que eres un profesional - le dije sonriendo.

Pero su silencio me dejó aún más pensativo de lo que venía en aquella caminata. El Barman no era de anunciar cosas al viento, de pensar en voz alta o de compartir reflexiones sobre sí mismo. Eso era más bien cosa mía. Recordé, en ese preciso momento, aquel comentario al que no di mucha importancia unos días atrás mientras mirábamos desde el otro lado de la ría cómo se ponía el sol por detrás de las islas que ahora pisábamos.


En el hilo sonaban Foals