... al pasado.
71ª Maleta
A bordo del primer tren de la mañana se atisba el perfil de los pueblos envueltos en neblina, como si de entre los edificios escaparan por el despertar de la rutina los sueños de sus habitantes a la vez que el sol anuncia su inminente salida por el este de un horizonte al que le clarea la oscuridad.
Un traqueteo rítmico acuna a los ocupantes del vagón que permanecen en reposo con los ojos cerrados seguros de la exactitud del trayecto sobre los raíles, sin sorpresas, sin sobresaltos, sin novedades, con el hilo de consciencia justo para mostrar su billete al revisor cuando este pase.
Ella, sin embargo, observa. Cada cambio de luz en la escena, cada reflejo que cruza el coche de lado a lado, cada detalle del aspecto exterior de los viajeros, sus expresiones involuntarias. Trata de descubrir quiénes son esas personas, a qué se dedican, se pregunta cuáles serán sus motivaciones, qué les hará felices, qué tan seguras están de tener tiempo...
Tiempo de demostrar, de aprender, de aportar, de cumplir con sus promesas, de alcanzar sus objetivos, de decir adiós o, tal vez, te quiero...
La bocina del tren resuena dos veces en ráfagas cortas, pero suficiente para despegar los ojos de alguno. Tras unos pocos segundos vuelve a sonar con insistencia. El maquinista está tirando de la cuerda a conciencia. De pronto, un frenazo, un chirrido de bielas bloqueadas, un chispazo de ruedas contra raíles y, enseguida, un golpe seco, un estruendo que desplaza enseres y golpea los cuerpos contra el asiento de enfrente. Antes de poder expresar algún quejido un violento bamboleo inclina el vagón hacia un lateral y lo vuelca. Estallan los cristales, tierra, esquirlas, fuego, humo, fragmentos, sangre, fracturas, hierro,...
Ella reúne con serenidad lo que ha venido a buscar y se aleja disipándose entre una nube negra de hollín y chapa incandescente y un estrato blanco de vapor de agua en el que se puede entrever la forma de una frase etérea:
- Tempus fugit -
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Nos estábamos acostumbrando a las mañanas sosegadas que amanecían con calma y sonidos distintos a los habituales de una gran ciudad, a las horas de deporte o de paseo de animales, a que nos marcaran como a niños qué asientos debíamos dejar libres, por dónde debíamos caminar o dónde parar el carro en la fila de la compra. Nos estábamos acostumbrando a casi todo, menos a los recuentos de fallecidos de cada noche en el noticiario de las nueve.
Últimamente aquel recuento nos resultaba un poco más angustioso. Uno de esos números sin rostro, una de esas cifras que políticos sin escrúpulos impostaban como armas arrojadizas podría ser nuestra Gobernanta. Eran días largos con noches aún más largas en las que no había distracción que nos sacara de nuestros pensamientos.
- ¿Estás despierto? 01:22 - le escribí por whatsapp al barman desde mi habitación.
- Deja el móvil, botones. 01:23
- No puedo dormir. 01:23
- ¿Echamos un parchís a ver si me entra el sueño?. 01:23
- ...
- Venga..., pero sólo una! Salgo y preparo un par de tilas. 01:25
- ¡Yo las rojas! El rojo aún es mi color. 01:25
En el hilo sonaba Coldplay
Los viajes en tren (son mis favoritos) ya no son iguales, pero a pesar de la velocidad me gusta mirar (y no cerrar los ojos) el desenlace parece que a ella no le ha afectado especialmente.
ResponderEliminarUna conversación de frases cortas que consigue el propósito, no estar solo.
Cuando mi interpretación no coincida házmelo saber. Un abrazo
¿Quién es ella?, ¿cuál es su propósito?, ¿acaso le afecta el tiempo?...
EliminarLas interpretaciones son personales. Cada cual hace suyo lo que lee porque, al igual que las canciones, cuando un texto se publica deja de ser del autor para ser de los lectores.
Muchas gracias!
Hola, viajar siempre es gratificante, pero el tren tiene ese placer añadido que mientras vamos viajando podemos desplazarnos por el pasillo y andar y ver como pasa las imágenes tan deprisa que apenas nos da tiempo a memorizarlas.
ResponderEliminarEse final de la partida de parchís me hace gran ilusión, soy jugadora de parchís y me encanta jugar, y te diré que más que darte sueño te activa jaja. Un abrazo.
Está claro que lo tuyo es la competición! XD
ResponderEliminarY ahora que caigo, una carrera de trenes..., sería una competición que termina igual que empieza, con el primero llegando primero y el último llegando el último. Qué reflexiones tan tontas hago a veces..., jaja.
Muchas gracias!
Me quedé clavada con el final del relato "71º Maleta..
ResponderEliminarIba yo tan identificada con ella, mirando por la ventana, viendo a cada pasajero, buscando significados, y de repente, se transforma para mi en La Parca, moderna quizás pero es ella. Arrastrando su estela de lo que venía buscando.
Con el segundo relato, me quedo con esos insomnios que para mi, ni siquiera el parchís me soluciona.
Un placer leerte.
Vivimos de espaldas a Ella porque es la cruz de una misma moneda y, tal vez, eso nos impida ser más conscientes del giro inevitable de nuestra suerte.
EliminarRecuerda no correr de más que 3 seises te mandan de nuevo a suplicar por un 5. :)
Muchas gracias!
Me ha dejado impactada el final del texto. La verdad es que desde que nacemos llevamos una Parca a nuestro lado. Vivimos ajenos a ella, pero seguimos adelante, pues es lo que tenemos que hacer.
ResponderEliminarUn placer leerte, se te echaba mucho de menos.
Que tengas un buen fin de semana.
Un abrazo.
Reflexionar sobre el final puede darte energía para aprovechar los momentos más vitales o puede robártela pensando en todo lo que vas a dejar de disfrutar. Una dicotomía más en nuestro camino.
EliminarMuchas gracias por regresar a pesar de mi falta de consistencia.
Tremendo final, "ella" con serenidad siempre cumple su cometido...
ResponderEliminarEl insomnio es mi compañero.
Buenisimo s textos. Te dejo un abrazo .
Dormir es un placer que no siempre se nos permite disfrutar. Dormir es abandonarse, apagar la mente, reconstruir el cuerpo desde dentro...
EliminarMuchas gracias!
El primer relato desvelar la parca, no importa sicen tren que uno espera que se descarrile; en un avión que pierda sus motores, o en un simple viaje por "flota", en el irse abajo en una vuelta del camino.
ResponderEliminarDel segundo, sé de esos insomnios sin solución. Qué no hace uno para encontrar el sueño que nunca llega: hasta contar ovejas que saltan la cerca. Un abrazo. Carlos
Qué malo en sobre pensar condenando a la mente a un duermevela tóxico que nos contamina el día...
EliminarMuchas gracias!